Los copistas del Museo del Prado
Desde tiempo inmemorial la copia ha sido la mejor manera de aprender a pintar. Pintores como Goya, Rubens o Picasso empezaron su carrera copiando cuadros de Velázquez, Tiziano, o El Greco.
Este método, sin embargo, está prácticamente abandonado y apenas hay museos que lo permitan: dificulta el tránsito de visitantes por las salas. Muchos pintores prefieren además practicar en la comodidad de su estudio, copiando buenas reproducciones de libros de arte o láminas de gran tamaño, lo que además les facilita el encuadre del tema en el lienzo.
El Museo del Prado, sin embargo, respeta esta antigua tradición y permite a un número muy restringido de personas acceder a sus salas a copiar directamente del original algunas de las obras maestras de la pintura y aprender directamente de los grandes pintores de la historia.
En la actualidad los copistas del Museo del Prado no llegan a 50 personas, de las que únicamente unas 15 acuden diariamente a pintar.
Muchos de los copistas venden sus obras para poder pagarse su afición.
El proceso
La copia tiene que ser de diferente tamaño que el original y con unas medidas máximas de 130 x 130 cm. Además, tiene que realizarse en un tiempo limitado que depende de las características del original a copiar.
No pueden copiarse todos los cuadros. No puede estar en una zona de paso (puertas, pasillos) o de gran afluencia de público (la galería central, Las Meninas…). Tiene, además, que estar expuesto (gran parte de la colección se encuentra almacenada por falta de espacio para mostrarla, rotándose algunos cuadros de vez en cuando).
La dificultad y originalidad de las copias
En la actualidad, se hacen unas 70 copias al año. El Museo fotografía y cataloga cada una de estas copias.
Este reducido número se explica por el pequeño número de copistas autorizados y porque el proceso de copia del original es mucho más complicado y lento que la copia realizada en estudio. Exige un esfuerzo físico notable (de pie durante varias horas seguidas) y un grado de concentración elevado (los visitantes, como es natural, se interesan por el pintor y su obra), y no se dispone de las ayudas técnicas de las que se dispone en un estudio para realizar el encuadre. Aunque se tiene la obra de arte original delante y se habla de «copia», el nuevo cuadro conlleva un esfuerzo creativo importante y es, al fin y al cabo, una obra «original».
Precisamente esas dificultades son las que dan valor a las copias realizadas íntegramente en el Museo sobre copias realizadas en estudio u obtenidas mediante impresión directa sobre lienzo. El copista tiene delante la obra original, pudiendo percibir con claridad sus colores, las pinceladas, etc.